lunes, 9 de marzo de 2015

Huyamos.


Te veo yacente en un cristal de luna.
Veo tus pestañas desvanecer y tus manos tiritar.
Tan pequeña, tan indefensa; cobijada por las sabanas de tu melena azabache.
Te escucho tartamudear a cada caricia que amenaza con derribar tu coraza.
Tus preciosos ojos dudan, huyen, llueven.
Te escondes entre copos de nieve y cielos de silencio.
¡Oh, condenado sea el día en el que confundí los latidos de tu corazón con el hermoso cantar de los pájaros!
¡Oh, que desdicha la mía! 
¡Ven, amor mío, ven y huyamos juntos de mi!
Veo tus mejillas impregnadas de rubor de rosas, tus dedos de pianista, tus labios llenos de arte.
Te abrazas al viento y tu aroma trae el recuerdo de mil primaveras a punto de florecer.
¡Cómo puede tu piel esconder tantas heridas e inspirarme a escribir vida!
¡Cómo puedes ser tan fría y aún así provocarme estos deseos ardientes de plasmar tu figura para siempre en mi memoria!
Dime, cielo mío, ¿qué es lo que tienes que allá dónde todo es negro, solo veo paraíso?
Contemplo tu cuerpo dejándose llevar por la marea,
te veo exhalar un último suspiro,
la noche te perece, las estrellas caminan por tu ombligo,
te veo a ti
siendo derrotada por Roma.

Tres de marzo del quince.
01:03 a.m.
Collie.




No hay comentarios:

Publicar un comentario