lunes, 15 de agosto de 2016

Mi último poema se llama Karla.

Me juré a mi misma nunca volver a escribir poesía.
Dejar la pluma y el papel para otro que no estuviese tan perdido, para alguien que aun pudiese respirar sin romperse en un suspiro.
Pero, dicen las almas que no tienen remedio, que una vez que has amado algo, es imposible escapar de él, su esencia permanecerá contigo.
Y así me sucedió con ella, su impetuoso recuerdo vivía en mí con tal intensidad, que sentí la acuciante necesidad de dedicarle mis últimos versos.
No sé si fue su mirada almendrada o aquella melena que luchaba empecinada contra el viento,
no sé si fue el aroma que destinaba su piel o su increíble astucia para hacerte caer a sus pies.
Lo único que sé es que, mujer como ella no habrá y que desde que entró a mi vida no he vuelto a ser la misma.
La conocí por las calles de Madrid, un día de Abril, su paso era travieso y juguetón,
llevaba en sus manos Las Olas y tarareaba una melodía a ritmo de jazz.
Caminó hacia mi con tal firmeza y decisión, que años después no he podido recuperarme aún de tan mágico encuentro, y, como si me hubiese estado esperando toda la vida, me dijo:
''Perdona que sea tan atrevida, pero, ¿crees en el destino?
Desde el primer instante en el que te vi supe que tú alma y la mía están destinadas a ser una y la misma,
no importan las circunstancias, la distancia o los rumbos que tomemos,
siempre seremos dos mitades que encajarán perfectamente, siempre
una y la misma''.
Y sin ser consciente del peso que tuvieron la magnitud de tales palabras, río tímidamente, extendió su mano hacia mi y añadió:
"Mucho gusto, mi nombre es Karla".
Sobra decir la importancia que tuvo aquella unión en mi vida,
curó mis heridas y acarició mi sangre,
cantó melodías y salvó mis lunares.
Lloramos, saltamos, corrimos, aprendimos.
Conocimos el mar, las estrellas, la Luna.
Literatura se convirtió en nuestra insignia.
Sufrí su dolor, así como ella el mío.
Hasta que el amor llegó a nuestra puerta y crecimos y caímos.
Entonces un gran abismo se apoderó de nosotras y nuestros caminos se separaron.
Pasó el tiempo y nunca pudimos dejar de pensarnos, en verdad nuestras almas estaban unidas, y así encontraron la manera de volver a tenerse, sin estar cerca, permitiendo que sus cartas llegaran a mi cada día dándome el suficiente valor para vivir con la esperanza de abrazar pronto a la salvadora de mi último poema.




Para Karla, con mucho cariño.
Ojalá en España.
Dieciséis (15) de agosto del dieciséis.
03 | 35 a.m.
( 20 | 35 p.m.)

Collie.